En plena era de Google Maps, resulta francamente difícil encontrar a un turista recorriendo las calles de una ciudad, mapa en mano. En muy pocos años el móvil parece haberlos borrado de la faz de la tierra, junto con planos y guías turísticas. Pero hay una buena noticia para los amantes la cartografía: cada vez son más los que optan por usar los mapas de toda la vida como objeto decorativo.
De hecho, no es nada extraño encontrar planos y mapas decorando paredes, tanto en pisos de estudiantes como en estudios, comercios o incluso viviendas familiares. Y es que los mapas de papel, más allá de su sentido práctico, son capaces de aportar a las estancias un toque romántico, nostálgico y muy especial.
Junto con las bolas del mundo, los mapas impresos tienen el poder de evocarnos viajes pasados y a la vez despertarnos la ilusión por conocer destinos en el futuro. Nos permiten viajar en el espacio y en el tiempo. Puede que representen el mundo en dos dimensiones, pero aportan una profundidad increíble a la habitación donde se encuentran.
Últimamente son muchos los que optan, además, por marcar sobre el papel los lugares que han visitado o los que entran en sus planes de viaje. Chinchetas, rotuladores o post -it son solo algunos de los objetos que nos permiten señalar las rutas o los destinos que hemos tenido la suerte de recorrer. A otros les gusta colocar, además, una postal o fotografía sobre los lugares que tuvieron la ocasión de visitar.
Así que ya lo sabéis, si este verano os escapáis a algún sitio, podéis reflejarlo sobre un mapa de los de toda la vida, aprovechando además para hacer vuestra oficina o habitación un poco más bonita.
Tanto si cogéis un avión como si os quedáis en casa junto a vuestro mapa en la pared… ¡felices vacaciones!